Cuando Dios nos dió la vida,
nos otorgó el grandísimo poder
de emplear la palabra,
para dar y recibir
lo que llevamos en el alma.
Jamás deberá ser empleada
la necesaria palabra
en gritos ni amenazas,
porque de ella emanan:
La culpa, el miedo y el dolor
que llevamos en el corazón.
Por medio de la palabra
rompemos las cadenas heredadas,
para que nuestros descendientes
sientan la paz en el alma
y tener un futuro mejor,
ofreciendo palabras de amor.
Por medio de las palabras
llegan ilusiones soñadas
y virtudes encantadas
para ocultar los defectos,
y los buenos deseos hablan
con los mejores sentimientos.
El Viejo Anselmo
sábado, 2 de marzo de 2013
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