Con este virus que nos rodea,
siento un vacío celestial
que me tiene secuestrado,
encerrado en mi propia casa,
imaginando todo lo que pasa
a lo que camina ami lado,
mientras el virus va contaminando
y matando lo que encuentra.
Se ausenta la vida de la tierra
y nuestra alma entristecida
hasta la esperanza destierra
aquello que jamás se olvida
y contamina el presente,
con el miedo que alimenta los virus
y hace temblar los deseos
de querer llegar al descanso eterno,
cuando muera el viejo cuerpo.
La mente es la que sostiene
una constante pelea,
entre lo que se salva y lo que muere,
al querer sentir el placer profundo
de querer rematar con el miedo en el mundo
y todas las pecadoras pasiones
que entorpecen las viejas ilusiones,
de poder llegar al descanso eterno,
lejos de este maldito infierno,
que nos tiene atrapados por el miedo.